En los artículos anteriores, ya hemos hablado de la trilogía de voces, Jorge Negrete, Pedro Infante y Javier Solis; bueno, ahora es el momento de hablar, de un ídolo, al cual se le recuerda no por su voz, si no, por su carismo y chispa, sí, nos referimos al gran Mario Moreno Reyes, Cantinflas.
Mario Fortino Alfonso Moreno Reyes, nació un 12 de Agosto de 1911 en ciudad de México, fue el sexto de los catorce hijos del matrimonio formado por el cartero Pedro Moreno Esquivel y María de la Soledad Reyes Guízar. De los catorce hijos, sólo sobrevivieron ocho al parto: Pedro, José, Catalina, el propio Mario, Eduardo, Esperanza, Enrique y Roberto. De orígenes humildes, se enroló en una compañía de cómicos ambulantes y recorrió todo México. En el circo desarrolló todo tipo de trabajos, entre ellos interpretar pequeños papeles. A finales de los años veinte comenzó a actuar en los locales de Ciudad de México y creó la imagen prototípica con la que se haría famoso. En 1930 era ya el cómico más famoso del país. Se casó con Valentina Ivanovael 27 de octubre de 1934. Tenía 23 años y permanecieron juntos hasta la muerte de ella, en 1966. Debido a la imposibilidad de la pareja de tener hijos, en 1962 adoptaron a Mario Arturo Moreno Ivanova, aunque otros rumores sostienen que era producto de una relación extramarital del artista con Marion Roberts, madre biológica de Moreno Ivanova.
Debutó en la película No te engañes corazón, a la que siguieron Así es mi tierra y Águila o sol (1937), El signo de la muerte (1939) y toda una serie de cortometrajes. No obstante, no se consagró definitivamente como ídolo indiscutible hasta 1940, en el filme Ahí está el detalle -dirigido por Juan Bustillo Oro-, en cuya última escena y mediante su controvertido y gracioso discurso, Cantinflas se salta las convenciones sociales, logrando cambiar el veredicto del juez. Esta película le brindó la ocasión de fundar la compañía Posa Films. Pese a ello, a partir de su debut como protagonista en la película Ahí está el detalle (1940), el actor, con sus casi cincuenta filmes, batió récords de recaudación en las salas de exhibición hispanoamericanas durante tres décadas seguidas.
La popularidad de este maestro del cine mexicano y, en general, del cine en español debe mucho a su trabajo en las películas Ni sangre ni arena y El gendarme desconocido (1941), en las que descubrió a su director ideal, Miguel M. Delgado, ayudante del realizador Alejandro Galindo. La primera era una parodia de la obra de Vicente Blasco Ibáñez, cuya versión cinematográfica había sido recientemente estrenada en USA, protagonizada por los actores Tyrone Power, Rita Hayworth y Linda Darnell. Con ambas obras, Mario Moreno esperaba amortizar el esfuerzo económico invertido en Posa Films, de la que llegó a ser único productor. No en vano Ni sangre ni arena recaudó 54.000 pesos en cuatro días durante su estreno en el Teatro Alameda. Todo un hito en ese entonces.
Este éxito desbordante continuó con El gendarme desconocido, con Mapy Cortés y Gloria Marín, considerado como uno de los mejores filmes del actor mexicano. En él, la ridiculización de la policía, generalmente detestada por el público, se establece desde el mismo momento en que Cantinflas aparece con su habitual uniforme desastrado.
En 1944 entró a formar parte del Sindicato de Trabajadores de la Industria Cinematográfica (STIC). Su aportación fue decisiva en la mejora de las condiciones de contratación del personal de los estudios, pues encabezó una proyectada huelga, secundada por Jorge Negrete y Arturo de Córdova. Se dice que Negrete y Moreno, tuvieron problemas y riñas, ya que ambos deseaban el puesto de secretario general de dicho sindicato. Con la muerte de Negrete, Cantinflas tuvo el camino fácil. También, llego a ser el presidente de la asociación nacional de actores. Bajo los escenarios, Mario era una persona culta y reservada.
En los años cincuenta, sus peliculas muestran un cambio: del personaje de la picaresca urbana y popular sólo quedaría un humor basado en el uso reiterativo del «cantinflismo», la habilidad para hablar mucho y no decir nada.
Magistralmente, participó en la superproducción estadounidense La vuelta al mundo en ochenta días (1957). La película obtuvo una buena acogida, que propició que el actor rodara luego Pepe, dirigida por George Sidney en 1960. El fracaso del filme decidió a Mario Moreno a no volver a probar fortuna fuera de las fronteras de su propio país, con la única salvedad del largometraje español Don Quijote cabalga de nuevo, dirigido por Manuel Delgado, con quien había trabajado en filmes como El bolero de Raquel (1956) y El padrecito (1965), el primer largometraje que el actor rodó en color.
Falleció el 20 de abril de 1993 en la ciudad de México, debido al cáncer del pulmón que lo aquejaba.