Distinguidos expertos están hablando en el Perú de acelerar la implementación del tratamiento preventivo en la lucha contra la pandemia, durante la primera fase de la enfermedad, cuando esta todavía no se manifiesta por completo. Tal cosa, por ejemplo, en Ecuador ha permitido remontar la catastrófica situación sanitaria en que se encontraba hace un mes, con 500 muertos diarios solo en Guayaquil. La clave de esta estrategia en el vecino país fueron las postas médicas distribuidas en las zonas críticas, donde la detección temprana del virus permitió comenzar a erradicarlo. Hoy Ecuador ya no registra ningún muerto diario, o casi ninguno.
En el Perú, además de postas médicas para el tratamiento temprano, se podrían reabrir los centros de salud, como anunció el presidente Vizcarra a mediados de mayo –sin que ello ocurra hasta ahora– y replicar la experiencia ecuatoriana en pocas semanas, al menos en las zonas más vulnerables. ¿Es tan difícil probar una nueva vía, cuando las otras demuestran ser de eficacia limitada?
El nuevo récord nacional de 206 fallecimientos registrados en un solo día amerita que el Gobierno haga reajustes, como ha hecho en anteriores oportunidades, en la estrategia para contener al patógeno. El arribo a la meseta resultó ser un espejismo, como ya ha ocurrido en otros países: en Chile, por ejemplo, que lo venía haciendo muy bien, cuando sintieron que pisaban terreno firme y plano, decidieron reabrir sus principales ciudades, pero no llegó a pasar ni una semana para que el tremendo rebrote los obligara a retornar a una cuarentena más draconiana.
Tenemos que ser muy cuidadosos ante un virus inédito en la historia del mundo –que ha puesto en jaque a países con mejor infraestructura sanitaria y mayores recursos que el nuestro–, pero no podemos desestimar los aportes de mentes lúcidas y de experiencias exitosas. En ello no caben obcecaciones: si la ruta tomada no da los resultados esperados, a reprogramar el GPS, que lo urgente es acortar el camino hacia las metas. Pero el curso de los acontecimientos parece estar demostrando que en las altas esferas del Ejecutivo son mayoría quienes se niegan a cambiar de idea, aun cuando la realidad ofrezca clara resistencia a sus proyecciones.