Imaginar el futuro. Todos lo hacemos, pero es una ilusión. Creemos predecir lo que ocurrirá dentro de 50 o 100 años, pero lo único que estamos haciendo es proyectar el presente que conocemos. Por eso los futuros son tan diferentes según la década en que los imaginaron. Así era la tecnología del futuro en los años setenta.
Nuestra capacidad de predecir lo que ocurrirá está limitada por la tecnología de la época, y nuestra visión del mundo. Hace 50 años no existía Internet salvo en entornos académicos, así que casi ninguna película o novela de ciencia-ficción de la época nos muestra a ciudadanos accediendo a información desde un dispositivo de bolsillo. Del mismo modo, los ordenadores siguen ocupando una pared, y las tablets tienen marcos de varios centímetros…
La situación política del momento también marca cómo imaginamos ese futuro. En los años 70 la Guerra Fría entre Estados Unidos y la Unión Soviética aún estaba en su apogeo, amenazando con una guerra atómica que destruiría el mundo. En esos años también tuvo lugar la gran Crisis del Petróleo, que provocó una gran recesión. Y los primeros movimientos ecológicos comenzaban a advertir sobre los peligros de la contaminación y la explotación del planeta. Los escritores y guionistas de la época creía que el mundo podría destruirse en cualquier momento. Por eso se pusieron de moda películas post-apocalípticas como Mad Max (1979).
Los americanos también vivían con la amenaza de una invasión soviética que acabaría con su democracia e impondría la dictadura del comunismo. Esto se reflejaba en obras que describían un futuro dominado por gobiernos opresores, como La Fuga de Logan o THX 1138 de George Lucas.
Frente a estas influencias dominantes en la vida real, otros autores fueron capaces de dejar volar libremente la imaginación, y describirnos un mañana completamente nuevo y libre de ataduras.
Estas visiones se apoyaban en tecnologías que se usaban para asombrar, o para dar credibilidad y coherencia a los guiones y la narrativa. Mucha de esta tecnología se ha convertido en realidad. Otra no tenía ni pies ni cabeza, o era demasiado ingenua. Vamos a ver algunos ejemplos.
Así veían la tecnología en los años setenta:
Visiones del futuro que acertaron
Aún faltaban décadas para que se convirtiesen en realidad, pero escritores, guionistas o fabricantes de tecnología detallaron inventos que después se convertirían en realidad.
Los virus informáticos
John Brunner fue un escritor visionario que anticipó conceptos como la Unión Europea o la rivalidad entre Estados Unidos y China décadas antes de que se convirtiesen en realidad.
En 1975 escribió una novela llamada El jinete de la onda de shock ambientada en el «futuro» año 2010. Describía una sociedad en la que los ciudadanos podían acceder a una red informática a través de su teléfono móvil. Los delincuentes utilizaban programas para interferir en la red con datos incoherentes, e inutilizarla. Estaba describiendo un virus informático, sin llamarlo en sí.
Es una explicación asombrosamente exacta en un año en el que aún no existía la informática doméstica, ni los teléfonos móviles, y mucho menos Internet, salvo en forma experimental en círculos universitarios y militares.
Compras online, Zoom y lápiz óptico
Este metraje de origen desconocido del repositorio Kinolibrary es especialmente interesante. En apenas 1 minuto, clava algunos de los avances que usamos hoy en día, casi 50 años después:
Hay algunos elementos que nos resultan extraños, propios de la época. Los ordenadores siguen siendo enormes, y no usan ratón o pantalla táctil, todo se maneja con el teclado). Pero por lo demás la descripción es muy exacta.
Podemos ver el concepto de compra online, cómo una mujer visiona el catálogo de productos en la pantalla, los compara, y finalmente paga con una tarjeta de crédito asociada a su banco, que introduce en un lector.
Después un hombre se conecta «a través de cable» con sus compañeros de trabajo, y establece una videollamada profesional desde su casa. Por último, una niña utiliza un lápiz óptico en una especie de trackpad para dibujar en la pantalla. Las ideas básicas son las mismas que usamos ahora.
Teléfono móvil, reproducir sin cables y televisor «plano»
Este otro corte de un programa televisivo de los años 70, perteneciente al archivo Huntley Film Archives, nos muestra algunos conceptos acertados, como el teléfono móvil, aunque solo funciona dentro de la casa. También los reproductores multimedia inalámbricos, eso sí, basados en los vinilos y las cintas de casette:
El ejemplo más divertido es el del televisor de pantalla plana. Desde luego lo es si se compara con las teles de tubo de la época, pero nada que ver con televisores de apenas un centímetro de grosor que usamos ahora…
La realidad virtual
En el cine y la literatura hemos visto muchos conceptos de realidad virtual, pero en la mayoría de los casos se trata de visiones de fantasía (por ahora) en donde esos mundos virtuales son idénticos a la realidad, como ocurre en Star Trek The Next Generation, por ejemplo.
Una de las visiones más certeras de la realidad virtual nos la ofreció el relato El Cortador de Césped, de Stephen King, escrito en 1975. Fue llevamos al cine en 1992 con la pelicula del mismo título, El Cortador de Césped.
El Cortador de Césped cuenta la historia de un científico que convence al cortador de césped de su vecindario para que se someta a un experimento de realidad virtual con el que mejorará su inteligencia, usando ciertas drogas mientras se sumerge en los mundos virtuales.
Aunque la Realidad Virtual no puede aumentar la inteligencia, la película refleja correctamente el diseño de las gafas y los mundos virtuales basados en gráficos por ordenador, y no en el el mundo real, como hacen otras películas.
Arthur G. Clarke, un genio visionario
El escritor de ciencia-ficción Arthur G. Clarke, autor de 2001: Una Odisea Espacial está considerado uno de los futuristas más importantes del siglo XX. Clarke describió los satélites artificiales con total precisión 10 años antes de inventarse. A la órbita geoestacionaria de los satélites se la llama órbita Clarke en su honor.
En este vídeo de 1974 podemos ver cómo explica a un niño que «un día los ordenadores cabrán en un escritorio» y describe un futuro en el que podremos hablar con todo el mundo y obtener toda la información que necesitemos de estos ordenadores.
El presentador le pregunta si algún día seremos una sociedad adicta a estos ordenadores, y el famoso escritor responde que, «en cierto modo, sí. Pero también enriquecerán nuestras vidas y nos permitirán trabajar y vivir en cualquier lugar».
Clarke hizó muchas otras predicciones de tecnología futurista, completamente acertadas, desde Internet a los asistentes virtuales o la inteligencia artificial..
En esta estrevista de 1976 predice conceptos tan concretos como el buscador de Google, o los smartwatch:
Clarke afirma que las videollamadas sustituirán a las llamadas de teléfono, y los dispositivos conectados nos permitirán «intercambiar información visual, información gráficos, libros, datos, y mucho más«.
También describe con gran precisión los buscadores de Internet como Google: «imagino un máquina que busque en una biblioteca centralizada y encuentre la información que necesitamos, desde noticias a información de vuelos, resultados deportivos, etc«.
Ideas descabelladas
En los años 70 muchos libros y películas tenían un hilo conductor similar. Influenciados por la guerra fría y la amenaza del comunismo, mostraban un futuro distópico en donde las grandes corporaciones, los ordenadores o gobiernos totalitarios habían acabado con el hambre o las guerras, pero a cambio los ciudadanos habían renunciado a su libertad.
Algunos preocupantes ecos de estos ideas podemos observarlas en la actualidad. Pero lo que las convierte en inverosímiles, reflejadas en películas como Perseguido (The Running Man), Death Race 2000 o Rollerball, es que para mantener a la población distraída se organizan deportes ultraviolentos:
Aunque si cambiamos estos deportes por Internet y nuestra total dependencia de la Red…
También metió la pata
Hemos visto como Arthur C. Clarke predijo muchas de las tecnologías que utilizamos ahora. Pero también se pasó de frenada en muchas otras.
Clarke afirmó, por ejemplo, que en el año 2000 solo se viajará por ocio, y no para trabajar. También creía que las zonas horarias desaparecerían. Y que la Humanidad pisaría Marte en 2010.
El Ferrari imposible
En el Salón de Ginebra de 1970, Ferrari asombró a todos con su Ferrari Modulo Concept, un concepto de vehículo futurista que destacaba por su techo deslizante y su bajísimo centro de gravedad. Solo tenía 93 centímetros de altura.
Un diseño muy vanguardista, pero poco práctico. El millonario que lo compró, James Glickenhaus, se quejó a menudo de la dificultad para conducirlo.
Humanoides demasiado avanzados
Uno de los principales fallos de los futurólogos de todas las épocas, tienen que ver con los robots. Los androides imaginados siempre están mucho más avanzados que los robots reales.
En 1973, la película Westworld (Almas de Metal), imaginaba unos años 80 en donde existían parques temáticos con robots de aspecto humano, que finalmente se revelan contra sus opresores.
Ni siquiera ahora tenemos robots tan avanzados.
El argumento de la película fue usado como base para la popular serie Westworld de HBO.
La Casa del Siglo
El colectivo de arquitectos Ant Farm se hizo famoso en los setenta por proponer la construcción de casas futuristas con materiales baratos como el plástico, o materiales hinchables. Una de sus construcciones más famosas es la Casa del Siglo.
Pese a su diseño fascinante era poco práctica, y su ubicación no era la adecuada: la zona se ha inundado varias veces, destruyendo casi por completo la estructura.
La lavadora para humanos de Sanyo
En la Exposición Mundial de Osaka de 1970 Sanyo presentó lo que afirmaba era «el futuro de las limpieza personal«. Literalmente, una lavadora para humanos:
Era una especie de cápsula en la que te introducías y llevaba a cabo un lavado completo del cuerpo (menos la cabeza), con agua y jabón. Una sesión de rayos ultravioleta eliminaba las posibles bacterias que quedasen.
Como cabía esperar, fue un fracaso de ventas. Requería un espacio enorme y había que escalar dos metros para meterse en la cápsula. Y el tiempo de uso no era muy diferente al de un baño convencional.