Ante la imposibilidad de celebrar los exámenes, en Reino Unido un algoritmo ha decidido las notas finales de estudiantes de instituto, y no ha gustado el resultado ni los factores que ha tomado en cuenta.
Los problemas sobre la opacidad y utilidad de los algoritmos son constantes y pocas veces están lejos de las polémicas. En ocasiones hemos hablado sobre los sesgos que contienen y cómo pueden ser un modo de perpetuar prejuicios o diferencias sociales. Lo ocurrido recientemente en el sistema educativo inglés puede ser un buen ejemplo.
En Reino Unido ha sido imposible realizar los A Levels, similares a nuestro bachillerato. La pandemia del coronavirus provocó que no se pudiesen hacer estas pruebas de gran importancia para los estudiantes y que marcan su futuro educativo, pero también laboral. Para no tener el año en blanco, se ha dejado la nota final en manos de un algoritmo que ha calificado a los estudiantes en función del historial y los apuntes y notas de los profesores durante el curso, pero también ha tomado en cuenta otros factores.
Aunque se esperaban unos resultados similares a los habituales en los estudiantes, según aclara Wired, ha surgido una gran polémica porque se han encontrado problemas «en los sistemas de evaluación, exámenes y admisión universitaria que sistemáticamente ponen en desventaja a los alumnos de ciertos grupos«.
A la hora de poner la nota a los alumnos se han tenido en cuenta factores que pueden resultar discutibles al dar mayor importancia a modelos estadísticos que a las evaluaciones que estaban realizando los docentes. Esto es, han influido factores como el historial del centro educativo, algo que puede desvirtuar la labor individual del alumno.
Esta forma de medir provoca una desigualdad al puntuar a la baja a los alumnos de gran número de barrios obreros, y premiar a estudiantes de centros privados o de élite. Tal como apuntan en The Guardian, «los reguladores dieron prioridad a lograr una distribución estadística «normal» de resultados y a evitar la inflación de calificaciones» que suele hacer el profesorado.
Más allá de toda la polémica, que el analista Roy Cobby desgrana en su Twitter, el profesorado en general apostaba por un retraso en los exámenes y porque los estudiantes tuviesen la oportunidad de enmendar (o empeorar) su recorrido con las pruebas para las que suelen dar el máximo.
Este caso es de gran importancia por cómo puede marcar el futuro de los alumnos y la visión política que subyace en el sistema creado. Como tantas veces, los algoritmos no son neutros, sino herramientas que se amoldan a la visión que se quiera imponer: el sistema utilizado para puntuar hubiese sido distinto en cualquier otro contexto.