Seguramente has oído alguna vez eso de que puedes arrancar el coche dejándolo caer cuando te quedes sin batería, pero es mejor evitarlo.
Si llega una persona mayor y te dice que «cuando yo era joven, todo esto era campo», créetelo. Igual que si te asegura que si tiraba su Seicientos por una cuesta y lo ponía en marcha. Ok, de acuerdo. Pero más allá de debatir qué era realidad y qué son ahora ‘batallitas del abuelo Cebolleta’ (con todo el respeto a nuestros mayores), eso que se hacía entonces con aquellos coches… ¿es recomendable hacerlo ahora? Vamos a centrar en desmontar otro mito y en explicártelo: ¿por qué no debes arrancar un coche empujándolo cuesta abajo? ¿Antes se recomendaba y ahora no? ¿Hay alguna alternativa actualmente que se desconociera entonces? ¡Vamos por partes!
Lo primero que hay que reconocer es que un vehículo antiguo (incluso uno nuevo que no sea demasiado sofisticado), técnicamente sí era posible ponerlo en marcha así.
La cuestión es que esta solución de emergencia siempre ha tenido sus riesgos, desde luego, pero actualmente entraña más, tanto desde el punto de vista de la seguridad física y mecánica.
¿Cómo arrancaba un coche cuesta abajo?
Hasta la llegada de la electrónica a nuestras vidas a finales del siglo XX, los coches eran mucho más sencillos. Básicamente, el procedimiento de encendido dependía de unos elementos que no son muy diferentes a los actuales, aunque sin las centralitas ni los automatismos de hoy:
- Llave de contacto, para iniciar el sistema de encendido.
- Palanca de arranque (cuya función luego la sustituyó la llave y, después, incluso el botón que reemplazaba a esta).
- Batería (o manivela, con magneto, en los coches muy antiguos), para suministrar la corriente necesaria al motor de arranque.
- Motor de arranque: que daba el primer impulso al motor para que girara.
- Distribuidor (conocido popularmente por la marca comercial ‘Delco’) para elegir el orden en el que se debía activar cada cilindro -y que el motor siguiera girando ya por si solo-.
- Bujías (o calentadores, en caso de los diésel) a las que llegaba la corriente y en las que se tenía que generar la chispa que hiciera explotar la gasolina y el aire comprimidos entre la cabeza del pistón y la cámara del cilindro.
- Dinamo o alternador (que se encargan de reaprovechar el movimiento del motor para recargar la batería y suministrar soporte eléctrico continuo a otros dispositivos).
La cuestión era que, si te habías quedado sin batería, por ejemplo, podías forzar el primer impulso dándole tú el primer ‘meneo’ al motor del coche, haciendo las funciones del motor de arranque (al que no le llegaba corriente). ¿En qué consistía el procedimiento? Era cuestión de:
1 Liberar la dirección
Para poder girar el volante sin problemas.
2 Pisar el pedal del embrague
Para que el empujón fuera lo más efectivo posible sin que nada frenara la inercia.
3 Meter segunda sin levantar el pie izquierdo
Engranabas esa velocidad intermedia (dejando siempre el pedal del embrague pisado) para que luego el coche contara con un desarrollo intermedio que combinara fuerza inicial y movimiento.
4 Quitar el freno de mano
Para que nada entorpeciera el libre rodar del coche.
5 Empujar en caso necesario
Si no había suficiente pendiente, el siguiente paso era empujar desde el maletero, o desde cualquiera de los pilares (de detrás a delante: C, B o A) para coger inercia.
Si empujabas tú solo, los riesgos aumentaban. En tal caso, tenías que hacerlo en punto muerto y, en cuanto el coche empezara a tomar velocidad, abrir la puerta, subirte, pisar el embrague meter segunda… y pasar al paso 6.
6 Girar la llave de contacto
Sin que el coche se parara, girabas la llave de contacto a tope y manteniéndola así…
7 Levantar el pie del embrague con la segunda marcha metida
Levantabas suavemente el pie izquierdo para embragar (conectar la caja de cambios en segunda con el motor con el fin de que este empiece a girar).
8 Circular
Después de unos tirones, si conseguías que el motor arrancara, ya sólo quedaba: soltar la llave de contacto inmediatamente y frenar con el pie si era necesario.
Y, cómo no, circular hasta tu destino, sin apagar el motor durante al menos 30 minutos, con el fin de tratar de que el alternador recargara los suficiente la batería -si no estaba muy maltrecha- como para que no te volviese a pasar lo mismo la próxima vez que necesitaras poner en marcha tu coche.
Riesgos de arrancar un coche empujándolo cuesta abajo
¿Qué riesgos había? Ya entonces, incluso en la situación más favorable y con el coche más simple, ¿por qué no debías arrancar un coche empujándolo cuesta abajo?
Como puedes imaginar, este procedimiento tenía en sí mismo muchos peligros.
- Abolladuras: al empujar, era fácil hundir la chapa o quebrar un piloto según el lugar en el que aplicaras la fuerza.
- Raspones: muy frecuentes al maniobrar desde fuera y no calcular buen las distancias con bordillos, columnas, otros coches aparcados, etc. hasta situar el coche en la pendiente elegida.
- Acceso al interior: si empujabas tú solo o era necesario que el conductor también colaborara en hacerlo para aligerar el peso, era fácil que nadie hubiera tomado la precaución de dejar la puerta abierta con la ventanilla bajada, con lo que el encargado de arrancar tuviera de forma imprevista impedimentos para acceder al habitáculo (al verse obligado a accionar manualmente la cerradura), abrir la puerta (que en esta operación ‘a la carrera’ también podría golpearse o descolgarse) y meter segunda, arrancar en marcha y frenar con el tiempo necesario.
- Choques: además, con imprevistos o sin ellos, hasta que el conductor pudiera tomar ‘las riendas’ del vehículo (volante y frenos) había riesgo de choque con otros vehículos y objetos.
- Atropellos: y lo que es peor, el peligro de atropellar a terceros o que sufrieran atropellos cualquiera de los implicados en esta operación de arranque a empujón era notable.
- Lesiones: aunque parezca fácil, empujar un coche sin una mínima preparación previa o una ropa y un calzado adecuados puede provocar un tirón, una contractura muscular, una fractura en el pie si la rueda te pasa por encima aunque sea a bajísima velocidad…
- Lugares indebidos: para colmo de males, si no consigues que el coche arranque en ese trayecto, a lo mejor te ves obligado a dejarlo en un lugar menos indicado aún, bien porque sea peligroso o bien porque dificulte el acceso de la grúa que vaya a venir a tu rescate.
¿Y en los coches modernos?
Por si fuera poco, los en los vehículos modernos añadimos factores que te convencerán enseguida de por qué no debes por qué no debes arrancar un coche empujándolo cuesta abajo -ni en llano, si quiera (y mucho menos, cuesta arriba)-.
- Dirección: desde hace mucho se generalizó la dirección asistida electrónicamente, para ablandarla en ciudad y endurecerla a medida que el vehículo va más rápido. Así que, aunque por ley el volante debe mandar sobre las ruedas siempre aunque no haya flujo eléctrico -tanto si el accionamiento también está electrificado como si cuenta con centralitas electrónicas de asistencia-, en la práctica notarás que el volante ofrece mucha resistencia (tienes que hacer mucha fuerza) para girar… hasta que arranques.
Por tanto, ¡imagina lo peligroso que puede ser recorrer unos metros cuesta abajo intentando poner el marcha un coche y con una dirección que apenas eres capaz de mover! Y por si fuera poco, si no has girado lo suficiente la llave de contacto (si es que no tienes botón de arranque), la columna de dirección podría bloquearse al mover un poco el volante, lo que complicaría todo de forma muchísimo más temeraria .
- Frenos de servicio: si la dirección ya se ha electrificado para ganar en seguridad y confort, otro tanto pasa con el sistema de frenos. Mediante un servo mecánico o eléctrico (este segundo ya es habitual, dado que los frenos trabajan hoy con el ABS y el ESP), los frenos también necesitan para funcionar correctamente de esa corriente de la que aún no dispondrás en la cuesta por la que tires el coche.
- Y si no puedes arrancar, sólo dispondrás por seguridad de un par de pisotones antes de que el pedal se endurezca definitivamente (puedes hacer la prueba en casa, pisando el pedal central varias veces antes de arrancar el motor).
- Freno de mano: si se acciona eléctricamente mediante botón, tampoco te servirá para detener un coche cuesta abajo cuyo motor no se haya puesto en marcha aún.
- Cambios automáticos: son cada vez más numerosos en el mercado y, por cuestiones de seguridad, no permiten pasar de la P (de ‘parking’) a la ‘N’ (de ‘neutral’ o ‘punto muerto’) sin arrancar el coche y pisar el pedal de freno, así que difícilmente podrás empujar el coche y hacer estos experimentos.
- Peso: por si fuera poco, los coches son cada vez más voluminosos y pesados -especialmente, después de que la moda de los SUV llegara para quedarse-. Esto hace que se embalen antes cuesta abajo, con lo que dispondrías de menos tiempo para arrancarlos en esta arriesgada práctica que no recomendamos. Además, las consecuencias serían más graves en caso de colisión o atropello.
Centralitas: por último, pero no menos importante, hay que hablar de la cada vez máyor dependencia de la electrónica que tienen los vehículos. Esto los hace menos ‘practicables’ a la hora de moverlos o manipularlos si no están funcionando debidamente.
Pero es que además, son más delicados para los trucos, por lo que permiten mucho menos margen de maniobra y las consecuencias podrían ir desde que se desconfigurara la radio sin más, a que sufriera el motor de arranque, el alternador, la instalación o el motor eléctrico -en caso de los coches 100% enchufables, híbridos o tipo híbridos-enchufables (PHEV)-.
Hoy en día, cuando todo el mundo tiene un móvil a mano, si dispones de asistencia en carretera en la póliza de tu seguro, ¿de verdad te merece la pena correr todos estos riesgos mecánicos, económicos y humanos por arrancar un coche empujándolo cuesta abajo? ¡Piénsalo!
Este artículo fue publicado en Autobild por Rodrigo Fersainz.