John John Kennedy, Chelsea Clinton, Jenna y Bárbara Bush, Malia y Sasha Obama o Barron Trump pertenecen al exclusivo grupo de hijos de presidentes de Estados Unidos, un club al que ahora llega Ashley Biden, empresaria de moda sostenible, trabajadora social y una mujer comprometida con el medio ambiente.
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La llegada de un nuevo presidente a la avenida de Pensilvania 1600 es noticia, pero también genera interés la vida privada y familiar de los nuevos inquilinos, su mujer e hijos entran en el foco mediático.
Desde que el pasado 7 de noviembre, el demócrata Joe Biden ganara las elecciones, su hija Ashley Biden, nacida en Wilmington (Delaware) en 1981 ha ocupado páginas en los medios y pronto entrará a formar parte del grupo de “hijos de presidentes de Estados Unidos”.
Ashley Biden, hija menor del demócrata, fruto de su actual matrimonio con Jill Biden, estudió antropología cultural en la Universidad de Tulane y trabajó como camarera en una pizzería, pero la labor social ha sido la pasión de ella, defensora del medioambiente y amante de los animales.
“Mi padre me enseñó que el silencio es complicidad y que debo salir en defensa de cualquiera al que estén tratando injustamente. Esa actitud ha permanecido conmigo durante mi madurez y me guía profesionalmente”, decía Biden en una entrevista en el Delaware Today en 2018.
También ha desarrollado su trayectoria social en el Departamento de Servicios para niños, jóvenes y sus familias en Delaware hasta 2012. “De joven, no podía soportar que se riesen o se metiesen con alguien”, explicaba en esa misma entrevista Biden, quien tras esta experiencia se unió al Centro de Justicia del Estado, para declarar inconstitucional la pena de muerte.
Hace un año dejo su puesto como directora ejecutiva de la organización con la intención de volcarse en la campaña de su padre, una carrera profesional que ha desarrollado manteniendo un perfil.
Sin embargo, durante la campaña electoral no dudó en ponerse delante de las cámaras y su imagen se hizo viral cundo celebró con un baile la aceptación de su padre como presidente electo.
Ha creado “Livelihood”, una firma de sudaderas sostenibles, sin ánimo de lucro que en su propia web explican su filosofía. “Una compañía de ropa informal con conciencia ética y social, inspirada por la gente común y extraordinaria”.
Confeccionados con algodón orgánico y con un precio entre 79 y 100 dólares, (entre 67 y 85 euros), el 10% de las ventas van destinadas a organizaciones benéficas de Delaware y Anacostia (Columbia), donde comenzó como trabajadora social. Está casada con el cirujano Howard Krein desde 2012.
Ser hijo del presidente de Estados Unidos es algo complejo, por eso, desde hace años existe un pacto para que sus descendientes no sean centro de atención en la prensa, una regla reservada especialmente para los hijos menores de edad, con independencia de quien ocupe la Casa Blanca.
Pero mayores o menores de edad, los hijos presidentes de Estados Unidos se olvidan de la política y han forjado un vínculo solidario cuando uno de ellos es atacado. Un ejemplo fue cuando la hija de Bill Clinton, Chelsea salió en defensa de Barron Williams Trump que con solo once años se convirtió en el blanco de las críticas de algunos medios que se burlaban de su ropa y de sus gestos.
“Es hora de que los medios y todo el mundo dejen a Barron Trump tranquilo. Y lo dejen disfrutar de la infancia relajada que él se merece”, escribió Chelsea Clinton en Twitter.
Protegerse de los comentarios mal intencionados es su lema, todos van a una. Donald Trump Jr. salió en defensa de la hija de Bill Clinton e Ivanka Trump protegió la intimidad de Malia Obama después de que varios medios divulgaran imágenes de la joven besando a un chico.
Famosa es también la carta que las mellizas de George W. Bush, escribieron a las hijas del matrimonio Obama en la que les daban consejos para afrontar su nuevo rol tras dejar de ser inquilinas de la Casa Blanca.
Fuente: EFE