Estados Unidos empezó este viernes el año nuevo con un hito preocupante, al superar los 20 millones de casos confirmados de coronavirus (COVID-19) mientras la cepa británica del virus se detectaba en un estado más y aumentaba la inquietud por los retrasos en la campaña de vacunación.
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La cifra de contagios en Estados Unidos se ha duplicado en menos de dos meses, puesto que los 10 millones de casos se alcanzaron el pasado 9 de noviembre, según datos de la Universidad Johns Hopkins, que elabora un recuento independiente y este viernes elevaba a 346.800 la cifra de muertos en el país.
Ese hecho ilustra la gravedad del rebrote que vive Estados Unidos, que en diciembre registró varios récords diarios en el número de muertos por COVID-19 y cerró 2020 con un máximo histórico de más de 125.000 hospitalizados por la enfermedad.
Un cuarto de los contagios en el mundo
Estados Unidos concentra el 24% de todos los contagios de COVID-19 en el mundo (que son 83,7 millones, según la Johns Hopkins), y ha registrado casi el doble de los casos que el segundo país con más infecciones, la India, a pesar de tener menos de un cuarto de la población de la nación asiática.
La llegada al país de la cepa británica del virus, que puede ser hasta el 70% más contagiosa, promete complicar ese panorama y aumentar la presión para unos hospitales ya desbordados en muchos casos.
Después de que Colorado y California anunciaran esta semana que habían detectado sendos casos de la cepa británica, Florida se convirtió en el tercer estado del país en registrarlo, tras informar este jueves de que había confirmado la infección con esa variante de un hombre de unos 20 años, sin antecedentes de viajes.
Los expertos creen que la nueva cepa está mucho más extendida en el país de lo que se ha detectado, e incluso es posible que se convierta en la forma predominante del virus en EE.UU. para marzo, pronosticó el doctor Trevor Bedford, un experto en biología evolutiva en Seattle, en declaraciones al diario The New York Times.
“Inexcusables” retrasos en la vacunación
A ese problema se suma la lentitud en la campaña de vacunación, que comenzó el 14 de diciembre pero ha estado plagada por retrasos en la distribución y otros problemas logísticos que recuerdan, para muchos, al fiasco que supuso el inicio de la implementación de los test de COVID-19 en marzo pasado.
“Es tan incomprensible como inexcusable que no se hayan desarrollado planes integrales de vacunación a nivel federal y se hayan enviado a los estados como modelos”, dijo este viernes el senador republicano, Mitt Romney, en un comunicado.
El senador criticó la gestión del tema del Gobierno del presidente saliente, Donald Trump, y propuso “alistar a cualquier profesional médico, retirado o activo”, para administrar vacunas, además de “establecer lugares de vacunación” en todos los rincones de cada estado, “quizá en cada escuela”.
Hasta este miércoles, menos de 2,8 millones de personas habían recibido la primera dosis de la vacuna, apenas el 14% de los 20 millones de estadounidenses que el Gobierno planeaba inmunizar antes de que acabara diciembre, según datos de los Centros de Control y Prevención de Enfermedades (CDC, en inglés).
Aunque es posible que la cifra real de vacunaciones sea algo superior debido al retraso a la hora de informar de las cifras de cada estado, las autoridades sanitarias han reconocido que ese balance es “decepcionante”.
¿Se estropearán las vacunas?
Algunos expertos advierten de que, como las vacunas solo deberían almacenarse durante 30 días en los congeladores portátiles en los que se distribuyen, es posible que miles de viales expiren a finales de enero.
“¿Hemos llegado hasta aquí para dejar que las vacunas se nos estropeen en los congeladores?”, se preguntó este viernes el diario The New York Times en un editorial.
Un suceso aislado pero inquietante en ese contexto de problemas con la campaña de vacunación fue el arresto este jueves en Grafton (Wisconsin, EE.UU.) de un farmacéutico que descongeló “intencionadamente” más de 500 dosis de la vacuna de la COVID-19, a sabiendas de que se estropearían.
No está claro qué llevó al farmacéutico a sacar del refrigerador todos esos viales de la vacuna de Moderna, y el hospital en el que trabajaba reconoció que había administrado 57 de ellas antes de darse cuenta de que se habían estropeado.
El retraso a la hora de administrar las vacunas parece deberse sobre todo a una falta de coordinación adecuada entre el Gobierno federal y los estados y localidades, que está ralentizando la distribución de las dosis a los hospitales y residencias donde deben llegar.
Las autoridades federales han dejado en manos de funcionarios y hospitales locales, en muchos casos saturados por el impacto de la pandemia, muchos detalles de la fase final de la distribución y administración de las vacunas, como la planificación de horarios y personal.
Fuente: EFE