Se cierra un nuevo ciclo, despedimos un año que ha hecho lo imposible para que nadie pueda olvidarse de él. Este 2020 la pandemia y la crisis económica se han llevado toda nuestra atención, pero el cambio climático no ha cesado lo más mínimo.
Comenzábamos el año con los devastadores incendios de Australia. El mundo daba la bienvenida al 2020 con alegría, pero algunas pistas ya nos indicaban que este iba a ser un año importante. Las costas australianas se abrasaban pronosticando el años más caluroso y seco de la historia.
Medio mundo ha tenido que lidiar con la pandemia al mismo tiempo que se consumía importantes recursos naturales como consecuencia de las temperaturas y los incendios. El humedal tropical más grande del mundo se convertía en un infierno en América del Sur. El Pantanal que se extiende entre Brasil, Bolivia y Paraguay ha perdido 2,3 millones de hectáreas del bioma.
También California y Kenia eran noticia por los terribles incendios. Y esto se nota tanto en tierra como en los océanos, las Naciones Unidas que el 80% del territorio acuático de nuestro planeta ha experimentado al menos una ola de calor este 2020. Todo esto se traduce en aguas más ácidas debido a la absorción de dióxido de carbono (CO2).
No es una situación nueva, desde 2015 se han roto récords de calentamiento cada año, pero sí muy preocupante. Y eso a pesar del efecto de enfriamiento de La Niña. Los científicos advierten que la década 2011-2020 será la más cálida de la historia, lo que se traduce en más incendios por todas partes, menos hielo en los polos, más huracanes e inundaciones, en general un clima inestable que ya causa más migraciones de población que las guerras.
Durante los primeros seis meses de este año, casi 10 millones de personas se vieron obligadas a abandonar sus hogares por desastres causados o agravados por el cambio climático. India, Bangladesh y Filipinas son los países que más se han visto afectados con mas de 6 millones de desplazamientos. El cambio climático se nota en todo el planeta, pero no afecta de igual manera a todos.
El avance del cambio climático y sus consecuencias a lo largo de este año se puede apreciar muy bien en este reportaje de The New York Times. La cuarentena parecía que nos iba a ayudar a frenar el avance de la contaminación y las temperaturas, pero se quedó en una esperanza vacía.
Durante los meses de confinamiento estricto, las emisiones diarias de dióxido de carbono disminuyeron alrededor del 17%, pero la concentración del CO2 en la atmósfera alcanzó 417.2 partes por millón en mayo, esa cantidad no para nunca de aumentar aunque creamos que estamos consumiendo menos. Ralph Keeling, profesor de la Institución de Oceanografía Scripps lo explicaba así: «la acumulación de CO2 es un poco como la basura en un vertedero. A medida que seguimos emitiendo, se sigue acumulando«.
Los expertos indicaban que si el confinamiento y la reducción que este implica de consumo y tráfico se mantuvieran durante 12 meses, sería más fácil frenar el efecto invernadero, una medida incompatible con nuestro actual sistema económico. Mientras, la conferencia del clima COP26 en Glasgow, este 2020 debía ser la primera prueba de la nueva determinación por cumplir lo prometido bajo el histórico Acuerdo de París.
Sin embargo, el coronavirus no ha permitido que se pudiera celebrar en todo el año. Su objetivo era cerrar los escasos compromisos alcanzados en la conferencia de COP25 en Madrid. Con la victoria de Joe Biden frente a Donald Trump (gran negacionista del cambio climático) se abre una nueva puerta a acuerdos climáticos y políticas para reducir estos efectos, aunque para eso debemos esperar al 2021.