La pandemia ha cambiado muchas cosas, puede que para siempre. Los servicios online se han multiplicado y ya han llegado a las autoescuelas, provocando tensión con el modelo tradicional.
¿Son necesarias las clases presenciales para aprender a conducir? Es una pregunta que mucha gente se ha hecho durante décadas, especialmente cuando el modelo es tan diferente según el país. Todos hemos visto en innumerables películas cómo en Estados Unidos apenas hay autoescuelas, los profesores son los padres o un familiar, y se puede conducir a los 16 años.
El modelo de autoescuela como un servicio profesional de clases presenciales parece lógico desde un punto de vista de la seguridad vial: una autoescuela puede concienciar mejor sobre los peligros y la responsabilidad de la conducción.
El problema surge cuando te pasan la factura, y descubres que para aprender a conducir tienes que pagar más de 700 euros… si apruebas a la primera. Como te toque repetir clases, puede irse por encima de los 1.000 euros.
En en el año 2008, Tráfico tramitó 873.587 nuevos carnés de conducir. Pero la crisis ecónomica y el alto precio de las autoescuelas hizo mella: en 2017, esta cifra alcanzó solo los 385.282 carnés. En 2019 la recuperación de la economía se notó en las 594.141 nuevas licencias. Pero en 2020, en donde no ha habido exámenes del carné ni clases en las autoescuelas durante meses, seguro que las cifras han vuelto a caer picado.
A ello se une otro problema: los jóvenes actuales, con escasos recursos, no ven en el carné de conducir una prioridad. Se mueven menos, usan el transporte público, y tienen nuevos medios de transporte que no necesitan carné, como los patinetes o las motocicletas eléctricas.
Además, los servicios tradicionales tienen que lidiar con otro obstáculo: los Uber de las autoescuelas ya están aquí, y reclaman ser considerados una alternativa.
Nuestro compañero Vicente Cano de Auto Bild ha estado investigando el tema. Nos cuenta que con la pandemia se ha acelerado la entrada de plataformas online que ofrecen sacarse el carné de conducir desde casa, mediante clases online: Dribo, DrivenYou, Autoescuela Ametzi, Tawity, u Onroad. Esta última creció un 172% en solo un mes, durante el confinamiento.
Estas plataformas se han unido bajo el nombre de Plataforma de Autoescuelas Digitales (PAD) y han interpuesto un recurso contra la DGT para que los profesores de autoescuela puedan ejercer en varias autoescuelas diferentes.
Según explica Miguel González, presidente de PAD, en Auto Bild: «nuestro modelo se parece al de Uber, con una diferencia importante: nosotros no tenemos una fuerza de trabajo diferente a la del sector tradicional. Aquí solo pueden estar los 17.000 profesores de autoescuela que ya hay en España. Lo que les ofrecemos es que, además de en su autoescuela, pueden trabajar con nosotros«.
Y mientras, Enrique Lorca, presidente de la Confederación Nacional de Autoescuelas (CNAE), ve a estos nuevos actores con recelo: «Les interesa desprestigiar a nuestro sector y por eso usan la palabra tradicional en un sentido peyorativo (…) Los profesores despotrican sobre estas plataformas online para sacarse el carné, porque si están en una autoescuela, lógicamente están dados de alta en la Seguridad Social. Sin embargo, algunos colaboran con ellas como autónomos, y tienen que poner su coche en una situación de total precariedad”.
La CNAE defiende que la seguridad vial es lo primero, y para ello se necesita el cara-a-cara: «La vida del alumno y la del resto de usuarios depende de que estén concienciados. Por eso abogamos por un sistema mixto en el que es más fácil concienciar y enseñar cómo actuar correctamente, cosa que online no está garantizada. Las técnicas de comunicación son más eficaces cuando hay una presencialidad«.
Por su parte, las autoescuelas digitales aseguran que debido a su mayor transparencia la DGT podría saber exactamente cuánta gente se presentará a los exámenes, y se evitaría el actual caos de los exámenes de conducir: «Nosotros aportamos digitalización, escalibilidad, que los profesores puedan trabajar con un modelo digital, que aporta más valor. El caos en los centros de examen es un problema estructural, que podemos ayudar a resolver, ya que podríamos prever la demanda para que se pueda gestionar la capacidad de examen, cosa que en las autoescuelas no se puede hacer porque están atomizadas y son opacas, no hay datos«.
Es un enfrentamiento similar al que ocurrió entre los taxistas y los conductores particulares, aunque es cierto que en este caso los profesionales de ambos bandos son los mismos, ya que todos estos servicios solo usan profesores de autoescuela licenciados.
Se avecinan cambios en un sector que ha permanecido inmóvil durante décadas.