Como sabrás los límites de velocidad en ciudad han cambiado. Vamos a hablar de las grandes averías que provocarán los nuevos límites de velocidad.
Como sabrás, pues se ha montado un gran revuelo, los límites de velocidad en ciudad han cambiado. En gran parte de la ciudad los coches deberán ir a 30 km/h como máximo, siendo una nueva norma que pretende reducir la siniestralidad y bajar la contaminación. Pero, a pesar de las buenas intenciones, este último punto es bastante discutible, pues hay ciertos problemas asociados a la baja velocidad. Vamos a hablar de las grandes averías que provocarán los nuevos límites de velocidad.
Si la mayoría de los coches que circulan por nuestro país fueran híbridos o eléctricos esta nueva normativa tendría pocos inconvenientes. En estos casos conducir a baja velocidad supone ir la mayoría del tiempo utilizando el motor eléctrico, en el caso de los híbridos, siendo ideal para reducir los consumos y la contaminación. Pero lo cierto es que el parque móvil en su mayoría está compuesto por vehículos con motor de combustión interna con años encima, coches no desarrollados para rodar contantemente a baja velocidad.
En la mayoría de casos, circular a 30 km/h nos obliga a conducir en primera velocidad, siendo esto peligroso para la mecánica y poco beneficio para el consumo. El citado parque móvil cuenta con una media de 13,2 años, una media que está en ascenso. Y teniendo en cuenta esta media hay pocas discusiones en cuanto a riesgos de averías.
Si un conductor se ve obligado a conducir a una velocidad baja, como es 20 o 30 km/h, no podrá circular la mayoría del tiempo en segunda velocidad, pues en esta marcha las revoluciones serán anormalmente bajas y en cualquier pendiente tendrá que volver a utilizar la primera velocidad para conseguir fuerza del motor de su coche. Si esta costumbre se alarga en el tiempo las consecuencias son catastróficas para diferentes piezas de la mecánica.
Cuando la conducción se basa en gas y retención, los tacos del motor deben absorber más movimiento de los debidos, obligándonos a cambiar los silentblocks de forma habitual. Con esta elevada carga a la que se ve sometido el motor los rodamientos también se ven comprometidos, al igual que todo lo que tiene que ver con la refrigeración en coches más antiguos. Las vibraciones y esfuerzos son negativos, por no hablar de que los sistemas anticontaminación, la EGR y el filtro, no tendrán un régimen constante de trabajado para realizar su función de forma correcta.
Para coches diésel será un auténtico infierno, aunque también es negativo para cualquier coche de combustión interna. El embrague también podrá verse afectado, un elemento que de averiarse nos arruinará el mes, o el año.
Este artículo fue publicado en Top Gear por Enrique León.