La tecnología nos ha solucionado tantos problemas, que ya no les damos importancia. Pero hace miles de años, despertarse a cierta hora suponía todo un reto…
Una de las cosas que nos diferencia del resto de seres vivos, es la medición del tiempo. Estamos obsesionados con ello. Pero nos ha costado miles de años hacerlo de forma precisa.
Hoy en día solo tenemos que mover ligeramente el móvil o girar la muñeca para saber qué hora es, con una precisión de reloj atómico. Y lo mismo podemos decir de las alarmas.
¿Cómo se las apañaban nuestros antepasados para despertarse a una determinada hora o recibir un aviso de tiempo, cuando no existía el reloj o los despertadores? Aunque resulte difícil de creer, ya existían despertadores de precisión hace 2.000 años.
Los primeros relojes tienen miles de años, y usaban el Sol y las sombras para marcas las horas. Pero obviamente no funcionaban por la noche, o en interiores.
Por la noche se empleaban materiales que pudieran cambiar de estado de forma constante. Los relojes de arena eran muy utilizados en la Antigüedad, y también los Relojes de Vela.
La cera de la una vela se consume de forma bastante constante, si está bien fabricada. Así que se crearon recipientes con marcas en donde se insertaba una vela, y a medida que se consumía, el tamaño de la vela sobre una marca indicaba la hora. Puedes verlo en la foto de apertura de la noticia (izquierda). También se podían poner marcas en la propia vela.
La ventaja de un Reloj de Vela es que puede convertirse de forma muy sencilla en un despertador. Lo que hacían en la Edad Media era colocar clavos en las zonas de la vela que representaba la hora en la que querían poner la alarma.
Cuando la cera se consumía el clavo caía sobre un plato metálico, haciendo ruido y despertando a la persona dormida. Puedes verlo en este vídeo (sube el volumen):
Existían variantes mucho más sofisticadas. En algunos monasterios usaban bolas de metal metidas dentro de la vela, que rodaban por el suelo.
En otros casos se ataba una cuerda con un aro de metal al clavo, y cuando la cera se derretía la anilla se balanceaba en la cuerda y golpeaba varias veces un plato metálico.
Hoy son métodos que nos hacen gracia, pero hay que reconocer que son muy ingeniosos. Y nos permite valorar lo que la tecnología ha conseguido con el paso de los siglos.
Ahora sí, ya podemos decir que somos unos auténticos dominadores del tiempo… ¿o es el reloj el que nos domina a nosotros?