Un equipo internacional de científicos observó por primera vez la estructura en forma de espiral que envuelve a dos estrellas muy jóvenes de un vivero estelar y que forma parte de una compleja y dinámica red de filamentos de gas y polvo que alimentan el crecimiento de ambos astros. Aunque estructuras como esta se habían descrito en trabajos anteriores, hasta ahora no se habían observado con tanta claridad.
Los resultados de la observación se detallan en la revista Science, en un estudio internacional que fue liderado por Felipe de Oliveira Alves, del Instituto Max Planck (Alemania), y en el que participó el investigador del Instituto de Ciencias del Espacio (CSIC/IEEC), Josep Miquel Girart. La mayoría de las estrellas no están solas, sino más bien, ligadas gravitacionalmente en sistemas estelares de dos o más unidades que orbitan entre sí.
En el caso de los sistemas de pares o binarios -los más comunes en el vecindario del Sistema Solar-, las estrellas orbitan al unísono alrededor de su centro de masa compartido, pero hasta ahora no estaba claro cómo se formaban estos sistemas de masas similares. Para averiguarlo, los científicos analizaron una agrupación de estrellas jóvenes con las imágenes de alta resolución del telescopio del Atacama Large Millimeter/submilimeter Array (ALMA), situado en el desierto de Chile.
El sistema binario observado se encuentra a unos 163 pársecs (cerca de 530 años luz) del Sistema Solar, en la nebulosa oscura Barnard 59, y está rodeado de un disco circumbinario que las rodea y que tiene una masa total de unas 80 masas de Júpiter. El disco muestra «una compleja red de estructuras en forma de espiral que son filamentos de acreción, de los cuales se acabarán alimentando las estrellas, que son muy jóvenes», explica a la agencia Efe el investigador del IEEC.
Los investigadores también han visto que estas estrellas tienen asociadas a su alrededor discos protoplanetarios «enanos», con un radio similar a la órbita de Marte o a la del Cinturón de Asteroides, es decir, de unos dos o tres AU (Unidades Astronómicas por sus siglas en inglés), una medida equivalente a la distancia entre la Tierra y el Sol. «Se consideran muy pequeños porque los discos protoplanetarios -que se encuentran en regiones donde están formando estrellas jóvenes- suelen tener un tamaño superior al de la órbita de Plutón, con unos radios de 100 AU», detalla el investigador español.
El estudio también detalla que los discos están compuestos de gas molecular que está a temperaturas extremadamente frías de unos -170 grados centígrados, y de polvo, «cuyas partículas, al estar a temperaturas tan bajas, irradian mucha emisión en longitud de onda milimétrica». Trabajos anteriores detectaron alguna estructura circunestelar en estrellas muy jóvenes pero no con la precisión de este estudio que «ha revelado de una manera muy clara que esta estructura en lugar de ser ‘suave’, está formada por filamentos curvados, es decir, que es mucho más compleja» de lo que se pensaba, explica Girart.
La cercanía de esta región de formación de estrellas con el Sistema Solar también ha permitido observar que estos discos enanos alrededor de las estrellas contienen masa suficiente para formar planetas rocosos como la Tierra, «algo que podría suceder en varios miles de años o en poco menos de un millón», concluye. El mismo número de Science publica otro estudio internacional liderado por el Grupo de Investigación Pionera de RIKEN (Japón) sobre unas observaciones detalladas en el SSA22, un protocluster masivo de galaxias localizado en la constelación de Acuario, a unos 12 000 millones de años luz de distancia, una estructura del Universo muy temprano.
Confirmando las predicciones de formación de galaxias, el estudio revela que este cúmulo de jóvenes galaxias masivas tienen filamentos extensos de más de un millón de pársecs que proveen de combustible a la intensa formación estelar y al crecimiento de agujeros negros supermasivos dentro del protocluster. EFE