Tras la pandemia los códigos QR se han convertido en la opción preferida de los restaurantes para ofrecer sus menús, así evitan contactos innecesarios y hay mayor sensación de seguridad, la parte negativa es que saben demasiado.
Si has ido con tus amigos a tomar un café o una tortilla de patatas al bar de tu barrio habrás visto como en las mesas ahora hay una pegatina en el centro con un código QR. Nada más. Se acabaron las cartas y los menús de toda la vida, porque en la nueva normalidad estas cosas ya no se utilizan.
Y como todo lo digital, tiene su lado oscuro en forma de recopilación de datos sin nuestro consentimiento. O así lo ha descubierto una reciente investigación que quería conocer qué sucede cada vez que fotografiamos un código QR con nuestro smartphone.
Según explican en el análisis, los QR son un aparato de seguimiento totalmente funcional y discreto. Y es que, pese a que no consiguen información demasiado sensible, estos recopilan datos como el historial de pedidos, el número de teléfono, la dirección de correo electrónico o la frecuencia de escaneo de otros códigos.
El problema viene en que no sabemos qué hacen los restaurantes y las aplicaciones proveedoras del servicio con esos datos que han recopilado sobre el cliente.
En la investigación varias empresas especializadas en este tipo de servicios, como Mr. Yum o Cheqout, aseguraron que no vendieron esas informaciones a ninguna empresa. O al menos de momento.
En Estados Unidos la legislación aún no está al nivel necesario para proteger a sus ciudadanos ante estas prácticas mientras que, en Europa, con la Ley General de Protección de Datos las empresas no podrían vender los datos, si bien sí podrían hacer una cesión de estos, que al caso podría llegar a ser lo mismo.
La opción de pedir un menú de papel la próxima vez que bajemos al bar de la esquina empieza a ganar fuerza.