Afganistán: La lucha de las mujeres por no desaparecer tras la llegada de los talibanes | Washington | Talibán | MUNDO

Cuando los talibanes tomaron Kabul, la capital de , hace una semana, millones de afganos volvieron a sentir de inmediato el mismo temor que vivieron entre 1996 y 2001. El periodo oscuro sin libertades sociales, políticas ni religiosas había regresado intempestivamente. Pero la oscuridad siempre puede ser aún más tenebrosa. Las mujeres, sobre todo, vieron cómo sus derechos alcanzados en las últimas dos décadas se venían abajo como un castillo de naipes. Como si de pronto su alma y espíritu se rompiera en mil pedazos. Es que si hubo algo capaz de invisibilizarlas, fue el régimen Talibán. Y todo indica que los viejos tiempos han regresado.

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¿Las razones? El Talibán impone una interpretación ultraortodoxa y restrictiva de la ley islámica, la cual limita fuertemente los derechos de las mujeres. Con su regreso, por ejemplo, es posible que no vuelvan a estudiar, trabajar ni ser atendidas. Acciones tan simples como salir a la calle solas o pedir un taxi también volverían a estar prohibidas. Retornaría también el uso obligatorio de la burka, el vestido negro que las cubre por completo, el cual se convirtió en un símbolo de su desaparición de la esfera pública. Justamente el precio de esta prenda se ha llegado a multiplicar en estos días.

Una mujer afgana con burka camina en el campo de refugiados de Lalla-Guza el 9 de octubre de 2001, en pleno régimen talibán en Afganistán. (AFP FOTO JACK GUEZ).
Una mujer afgana con burka camina en el campo de refugiados de Lalla-Guza el 9 de octubre de 2001, en pleno régimen talibán en Afganistán. (AFP FOTO JACK GUEZ).

Y junto a sus libertades, sus vidas volverán a correr peligro. Durante los años del régimen Talibán, las flagelaciones y ejecuciones, incluso la lapidación por adulterio, se convirtieron en prácticas habituales en las plazas y estadios.

Shukriya Barakzai, una mujer afgana, enfermó una mañana de verano en 1999. Al necesitar un mahrram, un guardián hombre, para ir al médico, se le ocurrió rapar a su hija y vestirla como niño. Así pudo ir al centro de Kabul a atenderse. Sin embargo, al regresar, un camión de militantes talibanes del Ministerio para la Propagación de la Virtud y la Prevención del Vicio la detuvo. Luego de descubrirla, la empezaron a golpear con un cable de goma. Su desgarrador testimonio fue uno de los tantos que pudo encontrar Lynsey Addario, una fotógrafa estadounidense que trabajó en Afganistán por más de dos décadas, desde el año 2000, antes de que los talibanes fuesen derrocados. En un artículo publicado en El País ella deja en claro que teme que las mujeres pierdan sus derechos alcanzados, aunque también resalta que los talibanes no encontrarán a la misma sociedad que dejaron 20 años atrás. “Y hoy hay una nueva generación de afganas, mujeres que no recuerdan lo que es vivir sometidas a los talibanes”, señala confiando en su resistencia.

QUE LA ESPERANZA NO SE APAGUE

Tras su arribo, los talibanes han indicado que respetarán los derechos humanos, enfatizando el de las mujeres, aunque siempre en el marco de “la ley islámica”. Las afganas desconfían porque justamente el Talibán posee una radical interpretación de esta ley. Asimismo, el historial de violaciones a los DD.HH. cometidas deja sin piso al compromiso adquirido. Y tan solo han pasado algunos días y los cambios ya se han hecho evidentes. Muchas televisoras han retirado a sus presentadoras por temor. Por otro lado, en las redes sociales circulan imágenes en que se observa que escaparates con el rostro de mujeres sin velo, maquilladas o con vestido venían siendo cubiertos con pintura.

En otras ciudades ya se han reportado que muchas niñas y jóvenes han dejado de ir a estudiar por el temor a encontrarse con talibanes en el camino. Aisha Ahmad, una estudiante de Ciencias de la Computación en la Universidad de Kabul, contó a la BBC que terminó golpeada por la multitud que intentaba tomar un vuelo desde el aeropuerto internacional Hamid Karzai de la capital. Ella no consiguió salir del país, por lo que ha implorado que alguna nación le abra las puertas para seguir estudiando.

Asimismo, Humira Saqib, una reconocida periodista afgana, denunció que los talibanes han comenzado a ir casa por casa buscando mujeres activistas. También se han registrado ‘censos’ en las ciudades.

La activista paquistaní por los derechos de las mujeres Malala Yousafzai también expresó su preocupación por sus “hermanas” afganas. En una columna en el New York Times, la Premio Nobel de la Paz pidió una respuesta internacional inmediata. Ella sufrió el asedio de los talibanes cuando en 2012 sobrevivió a un ataque de estas milicias en Pakistán.

La Unión Europea y se han comprometido a estar “vigilantes para que se garantice los derechos y libertades de las mujeres de Afganistán”. Por otro lado, desde la sociedad civil cientos de mensajes e iniciativas han inundado las redes en apoyo a las mujeres afganas, incluido un manifiesto feminista firmado por intelectuales de todo el mundo que llama a los países a abrir sus fronteras y recibirlas. Sin embargo, gran parte de la ayuda solo se desenvuelve en el terreno simbólico.

Mientras tanto, en Afganistán imploran que la luz no se apague por completo. Como menciona el sociólogo español Bernardino León en una columna reciente en El País, el mundo tiene una deuda con ellas. “No se trata de salvar a las mujeres afganas por generosidad, sino de revertir una política que incumple las promesas que la comunidad internacional le hizo al pueblo de Afganistán (…). No es un favor; es un deber moral”. Nuestro deber moral.

En esta imagen cortesía del Cuerpo de Marines de Estados Unidos, se ve a afganos listos para ser evacuados en el Aeropuerto Internacional Hamid Karzai, en Kabul, Afganistán, el 19 de agosto de 2021. (MARK ANDRIES / US MARINE CORPS / AFP).
En esta imagen cortesía del Cuerpo de Marines de Estados Unidos, se ve a afganos listos para ser evacuados en el Aeropuerto Internacional Hamid Karzai, en Kabul, Afganistán, el 19 de agosto de 2021. (MARK ANDRIES / US MARINE CORPS / AFP).

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