Un motor de Fórmula 1, carrocería aeroespacial y Jean Todt al frente: esta es la historia del Peugeot 905, el coche que triunfó en Le Mans y selló el fin de una era.
Con la 89 edición de Las 24 Horas de Le Mans en programa para este fin de semana, apetece ya echar la vista atrás a algunas de las grandes leyendas que ha dado esta prueba en este casi siglo de vida. Y, aunque todavía no llega a la altura mítica de los años 20 o de los 60, con Ford y Ferrari, una de las épocas más apasionantes fue la de principios de los 90. Y ahí brilla sobre todo la increíble historia del Peugeot 905. Que lo tiene prácticamente todo: ambiciones mayúsculas, tecnología aeroespacial, velocidades dignas de la Fórmula 1 de la época, un final agridulce… e incluso a Jean Todt por allí.
Lo cierto es que, desde que este ejecutivo se había hecho cargo de Peugeot Sport, en 1982, la marca francesa se había impuesto en dos Mundiales de Rally (con el Peugeot 205 Turbo 16, en el ultracompetido Grupo B), y después, en cuatro París-Dakar seguidos (primero con el 205, y luego con el 405 Turbo 16). En noviembre de 1988, la firma del león vio la posibilidad de dar el salto también al Mundial de Resistencia, gracias a unos cambios en el reglamento.
Y es que, si Peugeot no te suena como un fabricante especialmente ligado a Le Mans, tu intuición no te traiciona. Jamás antes lo había ganado. Pero, a partir de 1991, se prohibían los motores sobrealimentados, en un esfuerzo de la FIA por lograr que los coches que competían fueran más baratos y menos complicados. Y eso hacía que todos los aspirantes se encontraran entonces en el mismo punto, pues debían diseñar nuevos motores desde cero. Lanzado de este modo el proyecto 905, Todt y compañía no escatimaron absolutamente en nada para llegar a la temporada 1991 en las mejores condiciones.
El chasis monocasco de fibra de carbono se encargó a la compañía aeronáutica Dassault, la responsable de cazas como el Mirage o el Rafale, y de jets como el archiconocido Falcon. Su ligereza fue clave en conseguir que el vehículo se quedara en apenas 750 kg. Y qué decir del motor SA35-A1. Una auténtica joya. Fabricado en aleación ligera (de nuevo la cuestión del peso), se trataba de un V10 con cuatro válvulas por cilindro y 3.5 litros. ¿La potencia que desarrollaba? 600 CV.
Un bloque que perfectamente hubiera podido presentarse en la Fórmula 1 de la época. Y, si parece que esto último lo decimos con mucha suficiencia, es porque, poco después, así fue efectivamente. Desde 1994 hasta 2000, Peugeot proveyó a McLaren de este propulsor (ligeramente modificado) para sus monoplazas. Aunque hay que decir que estos no cosecharon demasiados éxitos.
Con todo esto, la historia del Peugeot 905 arranca verdaderamente en 1990, en los 480 km de Montreal y en los 480 km de México. En la primera, una avería en la bomba de combustible lo obligó a retirarse. Lo que no era buen augurio. No obstante, en 1991 disputó todo el World Sportscar Championship, y consiguió su primera victoria en los 430 km de Suzuka. Pero, en la cita clave, las 24 Horas de Le Mans, ninguno de los dos coches logró finalizar. El proyecto empezaba a tener pinta de sonoro fracaso.
El giro de guion: Peugeot 905 EVO 1bis
Con aquellos malos resultados, los ingenieros volvieron a la mesa de diseño. Le arrancaron al motor 20 CV más y, sobre todo, revisaron por completo la aerodinámica. Así nació el Peugeot 905 EVO 1bis, que arrasó en la última parte de la temporada 1991: primero y segundo en los 430 km de Magny Cours de 1991, y primero y segundo en los 430 km de México.
Llegados a 1992 con la moral por las nubes (también porque sus grandes rivales, Sauber, Jaguar y Porsche, no participarían), los equipos tenían ahora que vencer a los Toyota TS010. La cosa no empezó bien, porque los japoneses conquistaron la primera prueba. Pero, enseguida, cambiaron las tornas y el Peugeot 905 comenzó a dar sus frutos. Hasta que llegan por fin las ansiadas 24 Horas de Le Mans. Allí, también, Derek Warwick, Yannick Dalmas y Mark Blundell se imponen y logran la primera corona en toda la historia del fabricante francés.
Y aquí viene la parte triste de la historia: con su dominio, este coche tan impresionante contribuyó decisivamente a que, en 1993, desapareciese el World Sportscar Championship. ¿Cómo? Pues por una tormenta perfecta de proporciones bíblicas. Por un lado, los pequeños equipos eran incapaces de competir por presupuesto contra gigantes de la talla de Peugeot. Y, por otro, los grandes, que se veían invirtiendo en este campeonato sumas que podían perfectamente costearles una escudería de Fórmula 1… decidieron centrarse en la F1, cuya exposición mediática era mucho mayor, claro. De forma que, ante la falta de inscripciones, la FIA se vio obligada a cancelarlo. Y así estuvo hasta que, en 2012, lo sustituyó el Mundial de Resistencia.
Aun así, en 1993 sí se disputan Las 24 Horas de Le Mans. Y allí llegó Peugeot, dispuesta a demostrar (por última vez) la gran máquina que era aquella. Y vaya si lo consiguió. Tanto que los tres coches que participaron se plantaron en el podio. Un dominio absoluto. En total, de las 17 carreras en las que tomó la salida en su historia, el 905 ganó nada menos que 9.
Ahora que acaba de presentarse el último hiperdeportivo con el que la marca del león tratará de volver a revolucionar Le Mans en 2022, el Peugeot 9X8, no está de más recordar aquella primera vez que lo consiguieron. Luego, en 2009, vendría el 908, a los mandos del cual Marc Gené se convirtió en el primer español en conquistar el circuito de La Sarthe. Pero esa es ya otra historia.
Este artículo fue publicado en Autobild por Iván Fombella.