Un sismo de 7.9 de magnitud sepultó la ciudad de Yungay un 31 de mayo de 1970. A 50 años de esta tragedia, reaparece la pregunta de siempre: ¿Qué hemos aprendido de ese desastre?
“El terremoto de Yungay no fue destructivo. Tuvo una escala de 7.9 y profundidad de 74 km, aproximadamente. Eso significa que se produjo en la línea de costa de Chimbote”, refiere el jefe del Instituto Geofísico del Perú, Hernando Tavera, a RPP Noticias.
Entonces, si no fue tan destructivo, ¿por qué murieron más de 80 mil personas? Las respuestas son variadas, pero lo cierto es que hubo diversos factores que hicieron eso posible.
Hernando Tavera explica que un fuerte sismo tiene tres efectos secundarios que se producen: “uno de ellos es el tsunami y el tsunami de 1970 no fue tan grande y se estimó que la altura de la ola fue de 2 metros, por lo tanto solo generó inundación en las costas de Áncash”.
El segundo efecto es la licuación del suelo. “El agua que está atrapa en el suelo emerge producto de la presión y esto hizo que la carretera Panamericana Sur, saliendo de Chimbote, estuviera fisurada”, explica el jefe del IGP. “En el Hotel Chimú de aquellos años, hizo que del suelo saliera agua, generando inestabilidad de la edificación”.
El tercer y último efecto es que los cerros y la cordillera se sacuden muy fuerte. “Este sacudimiento fue lo que produjo un desprendimiento en el nevado Huascarán y produjo el aluvión”, señala el experto. “Gran parte de este alud se desplaza a la ciudad de Yungay y la sepulta”.
No son las ondas sísmicas
Aunque algunos creen que las ondas sísmicas son diferentes dependiendo del terremoto, el ingeniero Tavera descarta esto y señala que las ondas se perciben dependiendo de dónde se ubique uno, respecto al epicentro.
“Si usted se encuentra en el cuarto o quinto piso, usted va a sentir que el piso se mueve de un extremo a otro. En el sismo de Pisco, por citar un ejemplo, el suelo se sacudió de muchas formas, pero de Pisco a Lima hay una distancia mayor de los 200 km, y mayor a esta distancia se conoce como ondas superficiales. Esas ondas sí tienen la particularidad de mover el suelo como si fueran pequeñas olas”, precisa.
No estamos preparados
El problema de 1970 era la infraestructura. Aún había muchas casas construidas con adobe y este es un material peligroso para los sismos porque explota ante uno de gran magnitud. No solo ello, también hay un tema de cultura ante desastres naturales y esa no existe en el país.
“La cultura de prevención empieza cuando las personas saben construir las casas y en qué suelos. (…) Hay un gran porcentaje de viviendas autoconstruidas en suelos no adecuados, estas, en caso de un terremoto, podrían tener un nivel importante de daños”, afirma Tavera.
El jefe de IGP indica que la conmemoración de los 50 años de esta tragedia debería motivar a pensar cambios en nuestra cultura de prevención. “Por más que haya avanzado la ciencia de manera rápida, el elemento más crítico sigue siendo la propia construcción. Además, recordemos que solo el 30% de la población participa en simulacros de sismos”.