Estos pequeñísimos implantes podrían ser la solución a los problemas de conexión actuales de los sistemas que conectan el cerebro humano con ordenadores, un campo de la ciencia aún por explotar.
Las posibilidades de los implantes cerebrales son casi infinitas, sobre todo en el campo de la medicina, donde el impacto de esta tecnología puede ser diferencial.
Como ya vimos con el implante cerebral que permitía a un tetrapléjico controlar su prótesis para comer de forma independiente, hay muchísima gente ahí fuera que puede recibir la ayuda que tanto necesita de este campo que todavía sigue muy verde.
Por fortuna para todos, hay muchas empresas e investigadores desarrollando nuestras tecnologías, interfaces y hardware para que los siguientes pasos se den más rápidos y más seguros. Ejemplo de ello son los minisensores que acaban de desarrollar en la Universidad de Brown junto a actores de la talla de Qualcomm.
En muchas de las opciones cerebro-ordenador que hay actualmente, los electrodos se implantan directamente en el cerebro, y no suelen implantarse más de dos, encargándose de estimula y controlar la actividad eléctrica de unos cientos de neuronas.
El problema es que en el cerebro hay unos 86.000 millones de neuronas, por lo que las soluciones actuales no servían para controlar grandes zonas, ya que era matar moscas a cañonazos. Hasta ahora.
Debido a esta necesidad, los investigadores han desarrollado los neurogranos, sensores que son mucho más pequeños que los electrodos tradicionales: cada uno tiene el tamaño de un grano de sal.
Una vez implantados, los neurogranos se cargan de forma inalámbrica mediante un fino parche electrónico del tamaño de una huella dactilar que se adhiere al cuero cabelludo del paciente. A través de ese parche, además, se dan las ordenes pertinentes, por lo que hace de cargador y red de comunicación.
Como aquí explican, hace poco se implantaron 48 de estos neurogranos en una rata viva, pudiendo registrar las señales neuronales características asociadas a la actividad cerebral espontánea y estimular la corteza en regiones específicas.
Con la tecnología que han desarrollado, a día de hoy podría llegar a utilizarse 770 nanochips en un solo paciente. No obstante, los científicos creen que algún día será posible implantar varios miles de sensores. El futuro pasa por aquí.