Los esfuerzos por modernizar el parque móvil en Europa con el fin de tener coches menos contaminantes está dando lugar a incongruencias tales como coches deportivos con la etiqueta ecológica.
Desde que el cambio climático es una urgencia mundial, los gobiernos y las administraciones de todo el mundo están tratando de reducir al máximo las emisiones de CO2 y otros gases contaminantes.
Esto, por supuesto, afecta a los vehículos terrestres, tales como coches, motos y camiones, ya que suponen el principal medio de transporte actualmente y, por consiguiente, uno de los sectores que más contamina.
Para reducir estas emisiones, los organismos competentes están trabajando en diferentes líneas de acción, siendo la mejora en los transportes público la medida estrella, pero sin perder de vista la optimización de los motores de combustión, un punto clave mientras el coche eléctrico sigue perfeccionándose.
Por eso, desde hace unos años la Dirección General de Tráfico decidió catalogar a los vehículos a través de etiquetas, las cuales van desde las CERO, que significa que el coche puede circular sin emitir ninguna emisión durante varios kilómetros, a la ECO, para los vehículos híbridos y para los propulsados por gas natural.
Pese a que hay más etiquetas, estas dos son las que nos interesan en este artículo, debido a que son las más beneficiadas por el nuevo sistema: pagan menos impuestos, sus tarifas de aparcamiento son más económicas y, además, pueden entrar a determinadas zonas exclusivas de la ciudad.
Y podría parecernos justo, ya que si están contaminando menos lo lógico sería premiarlos. El problema es que hecha la ley, hecha la trampa, y con la etiqueta ECO estamos viendo coches de 600 CV que, por mucho que lo intentemos, no se nos antojan ecológicos.
Como los requisitos del ECO permiten que un vehículo microhibridado con una batería de 48V pueda adquirir la etiqueta, marcas como Audi tiene en el mercado coches como el Audi RS6 con un motor V8 de cuatro litros de cilindrada y 600 CV lucen la palabra ECO en su luna delantera.
Lo que es una aberración, ya que coches como este sobrepasan los 250 gramos de CO2 por kilómetro recorrido, más del doble que cualquier diésel compacto de nueva generación (los cuales ya no pueden optar a dichas etiquetas).
Los esfuerzos por conseguir un parque móvil más eficiente parecen no estar funcionando en Europa, por culpa de la fiebre de los SUV y, en parte, por medidas como las etiquetas de emisiones, que ni están bien planteadas ni parecen querer solucionar el problema.